Menores Facebook02/07/2013

Según la ONG Alerta Vida, 7 de cada 10 chicos reciben ataques sexuales en esta red social

7 de cada 10 menores que abren cuentas en la red social Facebook son molestados por pedófilos que entran al espacio virtual para llegar a ellos en la Argentina.
De acuerdo a Rachel Holway, titular de la organización Alerta Vida, al menos un «70% de los menores que tiene cuenta (en esa red social) padeció algún tipo de acoso sexual por parte de pedófilos. «Hay pedófilos que tienen espacios en Facebook con total impunidad, se conectan con chicos cuando quieren y exhiben los símbolos internacionales que los representan», alertó Holway.
La dirigente social sostuvo que en la ONG que preside se realizaron encuestas en las que se determinó que «7 de cada 10» menores sufrieron abusos virtuales.
«Esto es así, es real, y debe ser conocido por las familias, para que se tomen recaudos», explicó Holway, quien sostuvo que su organización denunció, «sólo en 2012», a 2.200 pedófilos argentinos ante la FBI. Se estima que hay al menos 100.000 cuentas en la red social Facebook son utilizadas por pedófilos argentinos que buscan a acercarse a menores que utilizan el mismo espacio virtual.
«Mi propio hijo recibe mensajes, pedido de amistad vinculados con pedofilia. El los reconoce y hasta los denuncia. Pero la mayoría de los chicos no. Y lo peor es que cuentan su vida, a qué colegio asisten, brindan detalles íntimos de familiares, de sus amistades. Casi todos tienen sus perfiles abiertos, esto significa que cualquiera puede entrar y robarles fotos o datos. No hay cuidados», advirtió.
Según Holway, «Argentina se convirtió en productor destacado de material pedófilo, y hay gente de otros países que llega acá para generar contenidos, que tienen un mercado enorme».
La dirigente contó que en Alerta Vida cuentan con un equipo de 250 personas que reciben entrenamiento permanente con el fin de pescar a los abusadores. «Tenemos policías, docentes, abogados, psicólogos, de cualquier rubro, incluso periodistas, que se preparan para cazar pedófilos», añadió.
¿Desapareció la intimidad?
El ensayista mexicano Naief Yehya sostiene que en la era de la vigilancia acéfala y las redes sociales, los conceptos de privacidad e intimidad desaparecieron y que las fantasías conspiratorias en muchos casos dejaron de serlo.
-Deleuze habló del paso de la sociedad de la vigilancia a la del control, ¿podría hablarse ahora de un hipercontrol?
-Definitivamente. Desde los 80, con la proliferación de cámaras en los espacios públicos en diversas ciudades occidentales se comenzó a hablar del fin de la noción de privacía. Hoy, la vigilancia que ejerce el estado así como las corporaciones y diversas organizaciones de seguridad e información, hace ver como ingenuas a aquellas cámaras que espían nuestros movimientos en las calles. La vigilancia es total.
Hemos aceptado sacrificar cualquier noción de privacía e intimidad en pos de la comodidad y la eficiencia. Desde mi punto de vista, la diferencia entre el control y el hipercontrol radicaría en nuestra complicidad con quienes nos observan y manipulan. No basta con saber lo que hacemos, con analizar nuestras relaciones, gustos, intereses y preocupaciones; es necesario tener nuestras confesiones y revelaciones, nuestra total aceptación.
-¿Cómo pensar el «consentimiento» en hacer público todo lo privado?
-Vivimos una situación extrañísima, donde el individuo tiene enorme poder para expresarse en foros públicos, y con ese privilegio vienen peligros y situaciones sin precedentes. Hoy tenemos que contender con un gigantesco acervo de imágenes transgresoras que rompen los cánones tradicionales, desde los videos de ejecuciones jihadistas hasta los de violaciones escolares. Todos somos parte de este show estrambótico, grotesco, interactivo que acecha desde las pantallas y que nunca termina.
-Privado no es sinónimo de íntimo, ¿cómo pensar la intimidad en la era de las redes sociales?
-La privacidad es una ilusión desde el momento en que Amazon y Google saben más de nosotros que nuestras parejas y nuestros amigos. Queda imaginar que mientras no existan sistemas capaces de organizar todo ese conocimiento disperso, aún podemos pensar en dominios de intimidad.
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