Ciberacoso22/07/2013

La verdad es que no se cómo empezar la historia, pero espero de verdad que la experiencia, horrible por otra parte, sirva a más padres.

Todo comienza con el Whatsapp, comienza con un grupo que tu hija y sus amigas crean. En principio lo usan para quedar, comentar sus cosas, preguntar cosas sobre los deberes etc..

Parece una herramienta inocente, pero la matona del grupo, que siempre las ha habido y siempre las habrá (recordad que para haber héroes, tienen que haber villanos), ve en sus manos la herramienta perfecta para cometer sus fechorías, (no hace falta estar cara a cara, ni dejar marcas físicas) además de ser la herramienta perfecta para incitar a otras niñas a que colaboren.

De repente ves que algo a lo que no has dado importancia empieza a tomar forma, y esa forma se vuelve monstruosa cuando hay comentarios hirientes, chicas y chicos del grupo que se suman a esos comentarios, y parece que haya una competición para ver cual es más gracioso (es decir más hiriente), y el pitidito del Whatsapp se convierte en una pesadilla porque no deja de sonar.

 Las 10, las 11, las 12… las 2, las 3, y el maldito pitido sigue sonando, y con cada sonido tu hija cada vez está más deprimida, y te ves impotente ante la situación porque no sabes cómo pararlo.

Os pongo algunos ejemplos:

Evidentemente tu hija se borra del grupo, pero el acoso sigue por lo privado: la maquinaria se ha puesto en marcha y no hay quien la pare.

La siguiente fase son las amenazas, por ejemplo le “insinúan” que en el viaje fin de curso no será bienvenida (te vamos a dar por todos lados, asquerosa…). Así pues tu hija hace el viaje con la otra clase, pero eso tampoco está bien porque como no ha ido el viaje de autobús les ha salido un euro más caro, así que “se va a enterar cuando le pillemos”, y empiezan a quedar por Whatsapp para pillarla.

Al final, ante esa situación decides acudir a la Guardia Civil, pero su respuesta te deja anonadado:

…..Mire usted, los niños de 13 años son INIMPUTABLES, con lo cual el juez seguro que archiva el caso, nosotros no podemos hacer nada,…. ¿por qué no prueba a hablar con los padres?”.

Los padres no te hacen caso ya que “son cosas de niños”, y el patético resultado con los niños es este:

Viniendo de una niña de “familia bien” choca que usar el diálogo para encontrar una solución, solo provoque que tu hija les “de más asco y rabia”.

O sea que lo que tenemos que hacer es dejar que la maten, o se mate ella, o cambiarla de colegio, o… contratar a SVETOSLAV, un ruso que no cabe por la puerta para que les haga una visita… o… en realidad al final no sabes que hacer, y os juro que es desesperante.

Esto no mejoró hasta que un día recordé un artículo del semanal de El País que hablaba de los chats, donde se comentaba el ejemplo de que si estas chateando con Claudia Schiffer nadie te garantiza que no estás chateando con su perro y que lo único que está claro es que se habla desde la IP de Claudia Schiffer (bendita sea la IP).

Así pues, igual que los niños son inimputables por tener 13 años, tampoco pueden tener un contrato de teléfono a su nombre, así que optamos por hacernos la gran pregunta: ¿cómo puedes asegurar que la amenaza la ha hecho un niño?, ¿y si es el padre el que está amenazando? Es similar a lo que sucede cuando se multa a un conductor conduciendo a 200 por hora en una autopista con una foto y se envía la multa al dueño del coche para que, si él no es el conductor, lo identifique.

Basándose en esta idea nuestro abogado puso la denuncia como amenazas desde un número de teléfono, no directamente a una persona, y que fuese la Guardia Civil quien identificase al dueño y éste al autor.

Con lo cual dejas al padre de los otros niños en la situación de que si no identifica a su hijo delante del juez, carga con la culpa, y si lo identifica, queda como un cobarde delante de su hijo (que al fin y al cabo es lo que es).

Os aseguro que el bálsamo fue inmediato. Al segundo padre que la Guardia Civil llevó a declarar ante el juez, las amenazas cesaron, los mensajes cesaron e incluso algunos padres y niños nos pidieron perdón.

Aunque con franqueza he de decir que no puedo perdonarles, mi hija es carne de mi carne y sangre de mi sangre… hay un tiempo para el perdón, – pero yo todavía no lo he encontrado-, hay un tiempo para callar y un tiempo para hablar – muchos padres ya hemos callado demasiado tiempo, es hora de que hablemos-, un tiempo para amar y un tiempo para odiar, un tiempo de guerra y un tiempo de paz.- Espero que nuestro tiempo de paz haya llegado-. Eclesiastés capítulo 3.

Ya no son amigas, no se intercambiarán regalos de navidad, no se felicitarán los cumpleaños por Facebook…pero la dejarán en paz, y eso en su mundo al menos es suficiente.

Bendito perro de Claudia Schiffer

Fuente: Hijos Digitales

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