Seguidores, retweets, menciones, post y etiquetas no marcan los ingresos de una iniciativa comercial porque denotan de consensos interactivos para conversar en la Web. Las transacciones y éxito del proyecto lo rigen el estudio y segmentación del mercado.
El empeño de prosperar en la Web surgió de la crisis económica que azotó los mercados globales a partir del 2010 y condujo una ola de emprendimiento digital que superó la recesión, configuró un nicho y creció en medio de un ecosistema que se veía complicado por medio de redes sociales y plataformas interactivas que ofrecieron soluciones reales a los usuarios.
En ese entorno para formalizar ingresos interactivos la innovación, comunicación, creatividad e instantaneidad fueron la clave de una receta fabricada en San Francisco, California, que tomó lo mejor del marketing tradicional y lo acopló a la usabilidad Web con la intención de configurar atractivos modelos de negocios, que al consolidarse en el mercado cambiaron la vida de usuarios y desencadenaron nuevos oficios virtuales.
«Internet se hizo pequeño» y el éxito de pequeñas compañías informáticas abandonó las fronteras californianas y se expandió por todo el mundo, donde Reino Unido, España, Alemania, y ahora Francia, replicaron «la fórmula del emprendimiento digital» para incentivar el crecimiento económico, apoyar el empleo juvenil y levantar la moral de una ciudadanía que se frustró al ver cómo el estado de bienestar podría escaparse de las manos.
Afortunadamente, como en todo proceso innovador, la curiosidad de los usuarios combinada con el apego tecnológico, fanatismo por smartphones, tablets y otros accesorios aceleró la adopción de startups, productos, servicios que establecieron su base en aplicaciones, webapps, chromeapps y otras plataformas al servicio de la interfaz de la audiencia.
El nudo de la historia llegó cuando fanáticos y «visionarios/expertos» intentaron descifrar las fórmulas del éxito de las compañías tecnológicas de California a través de post y comentarios en blogs que sugerían avasalladoras «estrategias para conseguir fama y dinero en Internet»; pero que lamentablemente no cumplieron sus objetivos, sino que impusieron un modelo de pensamiento rígido y poco adaptado a la realidad.
Recetas mágicas, pócimas de emprendimiento, tips exprés, entre otras decenas de practicas reseñadas por la comunidad twittera, conformaron un ente amorfo con personalidad arrogante que pregonaba la abundancia para todo aquel que siga sus consejos. Desafortunadamente la información reciclada, post rehechos junto a ingenuidades empresariales produjeron un fuerte daño a los emprendedores 2.0, ya que después de pésimas recomendaciones concluyeron que «para hacer dinero en Internet hay que: tener muchos seguidores, twittear todo el día, promocionar los servicios a diario y «seguir a todo el mundo para que devuelvan el ‘follow’ y así lucir interesante ante los demás».
Si se quiere adentrar en las transacciones hay que ocuparse del servicio, calidad de lo que se ofrece, propuesta de valor y conexión con el ePúblico objetivo para poner en el dispositivo del usuario final un producto que automatice procesos, recalque soluciones y concentre innovación en su interior, en vez de un aparato de spam que hable de gatitos, perritos, flores, desee buenos días a cada rato y rellene los timeline con soluciones a la falta de ingresos.
Fuente: El Universal