El hostigamiento laboral a través de las redes sociales es un fenómeno creciente, pero que se puede controlar, según un estudio del Ministerio de Trabajo de Argentina.

Raquel Saralegui
Para LA NACION

Un empleado nuevo empieza a ser difamado por compañeras a través de la red social Facebook con información y fotos falsas hasta que logran que la empresa lo despida. Un jefe a distancia que hostiga a través de Skype de manera reiterada a una empleada y termina pidiéndole que se saque el saco frente a la pantalla o no le va a dar más trabajo. Otro que ningunea a su secretaria y, puerta de por medio, la humilla constantemente mediante el chat hasta que ella renuncia.

Como en otros ámbitos, por ejemplo en la escuela, el ciberacoso también se extiende a las oficinas y, cuando se hace público, produce en las víctimas una sensación de miedo y desprotección total.

Casi como si fuera una película de terror, los ejemplos arriba citados son del video que se mostró días pasados en el Ministerio de Trabajo, y que se puede ver en http://www.youtube.com/watch?v=3adc6f7boRI. Se trata de casos reales interpretados por actores, basados en denuncias recibidas en la Oficina de Asesoramiento sobre Violencia Laboral (OAVL). Fue durante un encuentro para alertar sobre la violencia laboral a través de Internet, y dieron pie a que especialistas coincidieran en que el hostigamiento mediante las redes sociales se agrava aún más por el anonimato y la enorme exposición pública que permiten. Este tipo de maltrato tiene la agravante de que luego resulta imposible borrar completamente los contenidos difamatorios de la Red.

Más que un hecho aislado se trata de un acoso reiterado sobre una persona o grupo -entre pares o entre jefe y empleados, y viceversa-, con la intención de hostigar durante la relación laboral. Se usan correos electrónicos, redes sociales, blogs, mensajería instantánea y demás herramientas electrónicas. Pero «me preocupa que le echemos la culpa a Internet y no a los acosadores», enfatizó al inicio del encuentro el español César Calderón, director de la consultora Autoritas y experto en redes sociales.

El acoso en el ámbito privado es un flagelo histórico. «En este caso, el medio que se utiliza convierte al hostigamiento en algo macro por la gran difusión que implica», destacó Viviana Díaz, coordinadora de Teletrabajo de la cartera laboral y asesora del ministro Carlos Tomada. «Es un ataque a la persona cuando, por ejemplo, se publican fotos e información privada. Una vez que comienzan a rodar las calumnias, ya no se detienen. Y en esto no hay diferencia entre el sector público y privado. Es más, creo que el sector público va a la cabeza.»

A falta de estadísticas concretas sobre este terror en línea, Patricia Saenz, coordinadora de la OAVL, dijo que, desde la creación de la oficina en 2007, recibieron más de 1500 consultas sobre violencia laboral y crecientes denuncias de acoso móvil con pruebas, por ejemplo, de e-mails y mensajes de texto. Un estudio de 2009 de esa dependencia sobre 320 denuncias analizadas señala que el 85% corresponde a acoso psicológico.

Ciberpersecución

Oculto detrás de la pantalla, el acosador puede rastrear información sobre la víctima en Internet, robar una identidad o falsear perfiles en la Red en pos de perpetrar la persecución. «La difusión y el anonimato que propician las redes sociales facilitan y potencian el acoso, y el daño que genera es altísimo por su efecto multiplicador en otros ámbitos», resaltó la consultora Graciela Filippi, docente de la Universidad de Buenos Aires (UBA), coordinadora del Programa de Extensión sobre Acoso Laboral y directora del Proyecto de Investigación de la Ubacyt sobre riesgos psicosociales en el trabajo.

Ante la violencia digital, y en palabras de Díaz, la víctima parece optar entre dos caminos: deja de trabajar y así cumple la intención del acosador o asume una actitud pasiva que le crea un daño enorme en la salud, como estrés, ansiedad, depresión, ira, enfermedades físicas, pérdida de confianza en sí misma y, en casos extremos, suicidio. Como expresó Nora Salas, coach y técnica en Programación Neurolingüística, «la violencia instala el miedo y lo que destruye a la persona es soportar semejante desequilibrio de poder».

Instalado el pánico, el mismo dispositivo se convierte en el verdugo. «La presencia de la tecnología que permite la llegada del acosador pasa a ser lo que pone en peligro, lo que aterra», ilustró Filippi. Agregó que ante el acoso digital los efectos dependen de las características de las víctimas, pero que en el caso de las redes sociales hay que tener una resistencia poco común para sobrellevarlo por la fuerte exposición pública que llevan implícitas.

«En los ejemplos del video las tres personas, que era gente confiada, quedaron aterradas, hasta tal punto que no podían defenderse ni darse cuenta de que tenían elementos con qué defenderse», dijo Filippi.

Basta al silencio

El ciberacoso en el ámbito laboral, como sucede también cada vez más entre compañeros de escuela, ex parejas, grupos y personas que compiten entre sí, es el delito tradicional de calumnia, injuria y difamación contemplado en el Código Penal, que en este caso tiene otra plataforma y la prueba es electrónica. Lamentablemente, en el mundo cibernético hay un camino por recorrer. Hoy se habla mucho del derecho al olvido de Internet y que se pueda solicitar la baja del contenido, pero por el propio funcionamiento de la Red es casi imposible.

Por temor a perder el trabajo o a las eventuales represalias del acosador, «las víctimas además tienen un miedo enorme de hablar sobre lo que les está pasando, pero las organizaciones deberían alentarlas a denunciarlo, darles la tranquilidad de que no corre riesgo su continuidad laboral y asegurarles la confidencialidad», destacó Delfina Quirno, consultora senior de Wall Chase Partners. «Muchas veces falta contención.»

Por la misma vía, Filippi advirtió: «Es fundamental darle confianza a la víctima. Si la organización tiene la vocación política de que el acoso no suceda, va a encontrar la forma para recibir las denuncias».

En el camino preventivo, Díaz detalló que actualmente existen instrumentos para prevenir el acoso móvil, «como softwares especiales aplicados al ciberacoso, protocolos contra el mobbing (asediar en grupo), medios de denuncia como la línea transparente, la línea SOS y otras iniciativas que empresas y algunos ministerios están empezando a aplicar».

Deben existir apercibimientos en caso de que un compañero o jefe realice este tipo de actos que dañan a otra persona y debe estar específicamente detallado que en caso de calumniar, injuriar o difamar a un compañero y en que eso trascienda, podrá ser apercibido y despedido con causa cuando este hecho se repita.

Una inquietud clave que planteó Salas: «¿Cuál es la cultura que permite que las personas traten a sus compañeros y empleados con violencia, que hace que las víctimas soporten en silencio y terminen ofreciendo su vida?».

Para consultas sobre este flagelo, llame a la Oficina de Asesoramiento sobre Violencia Laboral, al 4310-5525, o escriba a violencialaboral@trabajo.gob.ar

COMO DEFENDERSE

  • Denuncia Se puede llamar a la Oficina de Asesoramiento sobre Violencia Laboral (OAVL), al 4319-5525.
  • Pruebas Es conveniente guardar los mails, los mensajes de texto y todo el material posible que sirva para presentar ante la Justicia.
  • Qué dice la ley Es un delito de calumnia, injuria y difamación, según el Código Penal.
  • El deber de las empresas Alentar a la denuncia, asegurando al empleado que no corre peligro su trabajo.

Fuente: La Nación

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