WhatsAppLa compra de WhatsApp –la aplicación de mensajería móvil más usada en el mundo– por parte de Facebook ha dado lugar a debates en muchos sentidos. Uno de ellos es el de la privacidad.

Los usuarios de la nueva adquisición de la empresa de Mark Zuckerberg temen que esta operación produzca algunos inconvenientes con respecto a la protección de datos, especialmente con sus contactos y mensajes.

Lo cierto es que la compra de Whatsapp por parte de Facebook perturbará la privacidad de los beneficiarios. Aunque sea molesto y difícil de digerir, la privacidad no existe.

Ni bien se dio a conocer la noticia, Thilo Weichert, director de la Oficina de Regulación de la Privacidad en las Comunicaciones de Alemania, recomendó a los usuarios de WhatsApp que busquen alguna alternativa para comunicarse a través de móviles ya que éste “es una forma insegura de comunicarse y ha tenido severos problemas de seguridad y privacidad”, dando a entender que, de la mano de Facebook, la inseguridad se potenciaría ya que en Estados Unidos las normas de privacidad de datos son más leves que en la Unión Europea.

Desde las usinas de WhatsApp, Jan Koum, CEO de esta plataforma, confirmó que tanto ésta como Facebook seguirán operando de forma independiente y que “nosotros no conocemos su edad, su dirección, su correo electrónico o su tarjeta de crédito. No almacenamos ninguna de esta información. No almacenamos los mensajes, solo los entregamos en los teléfonos”. Definitivamente, todo lo contrario.

Creer en ese discurso es pecar de inocencia. Los antecedentes hablan por si solos. En abril de 2012, Facebook compró la red social Instagram y dijo que no fusionaría las compañías. Y cumplió. Quizás ahora también cumpla. El problema fue que produjeron cambios en los términos de uso lo que permitió la venta de miles de millones de fotografías sin crédito para los autores –los usuarios de Instagram– y muchas protestas contra la empresa.

Otro polémica radica no en la posible “fusión de datos”, sino en la posibilidad de generar un perfil global del usuario, articulando Facebook, WhatsApp e Instagram. El valor está puesto en la publicidad personalizada, consecuencia de la producción de una base de datos.

Las luchas hegemónicas parecen preocuparles a la población, que encuentra en estas disputas su lado vulnerable: el de la privacidad y un sentimiento de vulnerabilidad. Quien quiere concebirse como hegemónico debe legitimar constantemente su condición. No es algo cerrado. En ese sentido fue la compra de WhatsApp por parte de Facebook, en el de articular su liderazgo en las redes sociales con la aplicación móvil más utilizada en el mundo. No es una victoria definitiva pero tienen grandes ventajas sobre sus antagonismos –Telegram o Line, por ejemplo.

Lo paradójico de esto es que la solución está en no usar internet. La privacidad dentro de la era digital es una utopía.

¿Hay que temer? No. En todo caso, el temor debería haber aparecido hace algunos años atrás, al crear la cuenta de Facebook. O, más cerca en el tiempo, al destaparse los casos de Julian Assagne y Edward Snowden y el momento en que la sociedad tuvo la posibilidad de tomar conciencia sobre los espionajes.

El factor independiente en atentar sobre la privacidad es la red social Facebook, no la empresa de mensajería adquirida recientemente. Es, en última instancia, un movimiento de inversión capitalista para ampliar los clientes; y bajo estos términos se expresó David Williams, director de Williams Capital Advisors, quien dijo que “es un precio muy alto, pero tenían que hacerlo, si no, otro se les habría adelantado”.

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